Todavía nos acordamos de que era muy raro habernos encontrado, con vidas tan distintas! pero si algo nos juntaba, eran las ganas de ponerle un poco más de candela a la vida. Queríamos viajar, irnos de aquí, escapar… ¿de qué? no lo sé, algún día les contaremos. La cosa es que sin pensarlo mucho y en un abrir y cerrar de ojos, nos encontrábamos en Tailandia.
Algo de ahorros había, pero tampoco tanto. Los extenuantes viajes en bus y tren, los hostales de mala muerte y los desayunos en la calle eran el ecosistema de nuestra nueva vida de emprendedores. Emprendedores sin ideas, sin planes de negocio, sin inversionistas ángeles; pero emprendedores. Estábamos tranquilos y confiados en que algo se nos iba a ocurrir.
TODO PARTIÓ CON UN BAILE DE SALSA Y UN MOJITO…
(O UNOS CUÁNTOS MOJITOS)
En la Maestra Vida de Bellavista. Íbamos a clases de salsa como si hubiésemos sabido que era el comienzo de una historia que tendría de todo. Nos iba bien, teníamos nuestras pegas y rutinas, pero ahí estábamos, conociéndonos al ritmo del son cubano y girando sin parar en la vertiginosa rueda de casino.